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Mi hija se llevó seis materias.... como lidiar con una adolescente y no morir en el intento!


Termina el año, todos estamos cansados, terminaron las clases, e igual me tengo que levantar temprano para llevar a mi hija al colegio. La primer semana de diciembre para que curse, participe o no sé exactamente qué es lo que hace, pero tiene que asistir a las clases de las materias que se lleva. En su caso son seis. Y la segunda semana para que rinda.


O sea que entra 7.30, después no hace nada hasta las 11.00, donde recién tiene la otra materia, sale a almorzar y tiene que volver al colegio a las 15.00 que es la hora de matemáticas, para salir a las 16.30, hora en la que la paso a buscar por el colegio, para llevarla a un profesor particular, porque como buen abogado, no tengo ni idea de álgebra. Más o menos así, fue toda la primera semana de diciembre.


La organización horaria no sería el problema, aunque lo es para los que trabajamos, pero lo más difícil es tener que lidiar con todas las veces que tengo que decir que no.


No, no podes ir a almorzar con fulana. No, no podes salir del colegio e ir a la casa de mengana. No, no podes… tenes que estudiar.


Esto trae aparejado indefectiblemente cara de traste, resoplidos y alguna que otra frase, en este medio irreproducible.


Claro que entre la primera semana y la segunda de diciembre, está el fin de semana, donde la batalla se da en otros campos, y la munición en mi caso es la misma. No, no podes ir el sábado a pasar todo el día en una quinta, y no, tampoco podes ir a la noche a la fiesta de quince de tu amiga, porque al otro día sos un zombi que duerme hasta la tarde, y tenes que estudiar.


Además del no, otra tarea maratónica es delinear que, dónde y cuánto tiempo tiene que estudiar. Si es con música o sin, si es con I-phone o sin, si son dos, cuatro o seis horas diarias.


Si tiene todos los apuntes, si le faltan los libros. Buscar a la amiga traga, que siempre la hay, y pedirle que por favor nos de la carpeta de biología y la de historia. Y después con todo listo, sentarse a estudiar y que entienda lo que lee.


En la difícil tarea de guiar a nuestros hijos adolescentes hacia su meta, hacia su proyecto de vida surgen numerosas confrontaciones. Lo habitual en estos años es que se encuentre en un mar de dudas.


Los padres, siempre acompañándoles, orientándolos y escuchándolos, debemos hacerle entender que las exigencias que le imponemos no significan "castigo", sino que van encaminadas a ayudarle a usar sus facultades responsablemente.


Puede que sepan lo que quieren, pero aún "adolecen" de autodominio, dejándose llevar en muchas ocasiones por sus instintos, sentimientos, apetitos, pasiones o por lo último que les ha venido a la cabeza.


Además, la palabra "no" también expresa amor. Si a los jóvenes no se les dice que no cuando su bien lo exige, tampoco podrán educar la saludable facultad de negarse a sí mismos. Y sin esta facultad, se pueden encontrar -como les ocurre a muchos- con que en algunos aspectos, su vida está totalmente descontrolada. El poder incontrolado es sinónimo de desastre, no de libertad.


Sin embargo, un "no" rotundo es negativo en muchas ocasiones, porque no enseña al adolescente a actuar con responsabilidad. Entre lo que ellos demandan y lo que los padres prohibimos, existe un equilibrio. La base esencial para encontrar ese punto intermedio es dialogar padres e hijos, escuchar mutuamente de manera activa y elaborar juntos unas normas claras y sensatas.


Los padres somos responsables de nuestros hijos, lo que nos da autoridad. El deseo de los padres no debe ser "mandar por mandar", eso sería autoritarismo. Por su edad, los adolescentes gozan de una cierta libertad de movimientos, pero los padres somos los responsables últimos de ellos.


El mal uso de la libertad puede causar daños. Tanto a su persona (puede verse metido en situaciones desagradables de las que no sabe cómo salir), como a su familia.


La sociedad actual se caracteriza por un exceso de permisivismo, es decir, la tendencia a permitir cualquier tipo de conducta siempre que provenga de una decisión libre. Si la decisión de unos padres "choca" con el ambiente y el hijo no la asume y se rebela, primero deberemos comunicarle que esa decisión es por su bien.


Lo entenderemos e intentaremos que él nos comprenda a nosotros. Por último, si nuestro hijo no lo entiende, la decisión final es nuestra.


En algunas ocasiones, después de haberle trasmitido los riesgos que puede correr, debemos confiar en él y permitirle realizar algo que a nosotros no nos gusta demasiado (vestir de una determinada manera siempre que no le veje como persona, ir a una fiesta de amigos que ha conocido fuera de su grupo del colegio, etc.) Será una prueba de que usa bien o no su libertad.


Tanto el permisivismo como el autoritarismo, son dos formas negativas de educar a nuestros hijos. Debemos, poco a poco, ir "soltando amarras", darles oportunidades para elegir y ser responsables de sus actos. De esta manera, experimentarán las consecuencias e irán forjando su propio destino.


Si un plan que nos propone nuestro hijo, nos desagrada o vemos más riesgos que ventajas, hay que evitar decir el "no" rotundo y buscar una salida razonable. Ejemplos: ir a una fiesta: preguntar quién va y exigirle una hora de regreso y llevarlos y traerlos; dormir en casa de un amiga: preguntar si están los padres y confirmar. Conocer a los otros padres ayuda y mucho.


Educar no es una tarea fácil, decir siempre que si es mucho más simple que decir que no. Pero créame, mis dos hijos más grandes ya pasaron la adolescencia y son sanos y felices y yo… no morí en el intento.


 
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