Cuando tenía cuatro años me la quería comer, ahora digo porque no me la habré comido!

Es mi hija más chiquita, está en plena adolescencia, y yo acabo de descubrir que matarla es un homicidio agravado.

Es vegetariana, camino a ser vegana, porque está en contra del maltrato y la explotación de los animales, claro que sugerirle que les dé de comer a los perritos que tenemos en casa o que junte sus deposiciones, es el principio de una larga discusión que termina con que le da “paja” hacerlo.

Paja… no me imagino ni poder haber mencionado frente a mi papá esa palabra, la esquivaba, no estaba en mi vocabulario. Creo que si me preguntaban de que era el techo del quincho, decía que era de yuyos o plantitas secas.

Pero no es lo único en lo que hoy estamos en veredas distintas, y con vocabularios desencontrados. Yo porque soy viejo y ella porque se las sabe todas.

Los fines de semana es una batalla campal con las “pre”, que no son previas de nada, porque “La Pre” es el evento.

Las veces que hay que decirle que no a las salidas a los boliches de mayores de 18 años. El alcohol, las juntadas, y el tapate que con esa pollerita se te ve todo. Lo que automáticamente inicia una discusión feminista sobre sus derechos a usar lo que quiera y que nadie le tiene que decir nada. Tiene razón, pero anda a explicar ese concepto en una calle de Buenos Aires a la madrugada.

Un tema complejo es el colegio. ¿Cuántas materias tenes abajo? ¡Cuantas! Así comienza un altercado terrible en la que ambos terminamos discutiendo, yo con la presión por las nubes y ella, bueno a ella, diciéndome que no la entiendo, pero que le da “paja” explicarme.

Transitar la adolescencia es una tarea maratónica donde van a surgir numerosas confrontaciones. Como papá tengo la obligación de ayudarla a transitar este difícil período de su vida, donde ella se encuentra con miles de dudas.

Que sea responsable, es ayudarla a que mañana muchas de las cosas que hoy le dan “paja” hagan que su vida sea más fácil, en sus estudios universitarios, en su trabajo, en fin, en su vida de adulto.

Puede que sepan lo que quieren, pero aún "adolecen" de autodominio, dejándose llevar en muchas ocasiones por sus instintos, sentimientos, apetitos, pasiones o por lo último que les ha venido a la cabeza.

La palabra "no" también expresa amor. Si al adolescente no se le dice que no cuando su bien lo exige, tampoco podrá educar la saludable facultad de negarse, cuando ellos quieran decir que no a otros. Sin esta facultad, se pueden encontrar -como les ocurre a muchos- con que en algunos aspectos, su vida está totalmente descontrolada.

La sociedad actual se caracteriza por un exceso de permisivismo, es decir, la tendencia a permitir cualquier tipo de conducta siempre que provenga de una decisión libre. Si la decisión de unos padres "choca" con el ambiente y el hijo no la asume y se rebela, primero deberemos comunicarle que esa decisión es por su bien, bancarnos sus caras largas y comentarios irónicos, estar convencidos del camino que hemos emprendido, y amarlos infinitamente y estar dispuesto a escuchar, contemplar y entender.

Todos fuimos adolescentes y todos de alguna u otra manera transitamos ese camino de pasiones infinitas, amores tormentosos y la maravillosa sensación de que el peligro no existe, o por lo menos de que no es para mí.

Educar no es una tarea fácil, pero es maravilloso ver que educar para la libertad, con amor es una tarea que bien vale la pena. Después de todo, sus ojos cuando me miran y sus manos cuando me abrazan, me dicen que la tarea es difícil, pero que voy por el buen camino.